Es el primer libro de este autor; reúne lo que ha considerado su trabajo más relevante durante cuatro décadas; la obra se compone de 7 libros y un grupo de poemas sueltos. Recoge las vivencias del autor durante su estadía en diferentes países de Europa, en los que vivió a lo largo de 14 años, donde realizó varios viajes a través de ese continente, y de Venezuela. Este libro es una travesía de recuerdos, que conducen hacia la nostalgia, esa consecuencia inevitable del trashumante, que no termina de comenzar a vivir en un lugar cuando de nuevo le aborda la distancia, y mira embelesado los recuerdos, evocadores como las figuras de un tiovivo, con su magnífico arrebol de colores, en el asombro que le produce esta maravillosa aventura de vivir.


POEMAS DE MOSCÚ


Moscú al atardecer

es pálida

como los labios

de un muchacho cansado.

La mujer más hermosa

tiene ojos brillantes

y sonríe de pronto

como si se le hubiese

reventado una cuerda

a su corazón de balalaica.

Moscú, 1975.

 

            *

                Luna de Moscú


La luna hoy

es un barquito quieto

empinado en la noche.

Un adorno de nácar.

¿Adónde se habrá ido el poeta

que con una piedrita

y un clavito de sal

te dejó allí colgada

y no ha vuelto jamás?

Moscú Moscú Moscú

tu prendedor de plata no se quiere apagar

tú barquito empinado en el medio del mar.

Barco de la noche

¿Adónde vamos...?

Barquito de luz sin capitán.

la noche está temblando con su música

hermosa, la nieve está dormida en el fondo del mar.

    

                                                                        Moscú, 1976.

.                            *

                                A Olia


Quiero ser una sombra

recorrer la ciudad encapuchado

de negro,

que nadie me vea

que guarden su susto en un silencio cuando pase.

Encapuchado quiero ir por la ciudad

(no se dónde vives)

y tocar todos los timbres.

Iré como un pájaro persiguiendo a otro por la niebla

como un pájaro negro persiguiendo una flor en la penumbra.

Hasta hallarte

(en el último timbre).

Y cuando tu temor aún no haya muerto

me quitaré esta horrible vestimenta

para dejarte ver mi más hermoso traje

mis zapatos de sol

mi camisa de estrellas

mi alfiler de agua y mar

mi cinturón de luna

mi perfume de pan humilde

mi alma de poeta.

Sacaré de un bolsillo mi voz

para que vuele como una mariposa azul

¡que vuele por tu casa tumbando los platos!

Quiero hacer un escándalo con mi risa de acordeón.

Y quiero también antes de irme,

cuando deje olvidado mi oscuro capuchón,

darte en una rosa

esta pasión roja

como una gota de sangre.

                                                    Moscú, 1976.


                                *

                                Un violonchelo comienza a sonar toda su poesía


En los barcos hay el secreto de cada canción,

de cada carta.

Tanto querer saber cuando se va un barco,

que el barco deja de ser

y se nos vuelve un estuche de preguntas

para cruzar el mar.

Está lo que ni tú ni yo sabemos,

está y se aleja

se aleja y esa nube blanca

y esa voz tubular de sus chimeneas

nos deja en la baranda del puerto

con los codos apoyados en la nostalgia gris

por las tierras de otros.

La brisa se levanta

y ya es hora de que los niños vuelvan del agua

temblando, con las costillas moradas de recoger monedas

en el fondo de aceite del puerto terminal.

Quedamos tú y yo

como si nunca hubiésemos visto un buque volar.

La tarde se cae,

rueda por los montes verdes,

sube por los túneles

con el último lejano giro

de un velero al cruzar.

Quedamos tú y yo

clavados de codo en el gris de la mar

¡Qué caja de canciones un barco,

y el puerto creemos que se despegará

y se irá a navegar!

Yo te beso, no hay puertos

ni barcos para despedir.

Parados en la ventana descubro como es de noble

la voz del violonchelo-pozo…

El amor tiembla en el fondo

con su huidizo corazón de pez.


                            *

                                                    La Canción de Ming


                                                                                                            Sin embargo allí

                                                                                                            donde todo es una roca de fe

                                                                                                            no hay ningún motivo de desesperación.

                                                                                                                                                    Artur Lundkvist.


En Vietnam los enamorados separados por la crueldad de la guerra,

en las noches se sentaban a mirar la luna

y a través de ella llegaban con sus pensamientos

hasta la persona amada;

entonces se producía el milagro,

el silencio del amor

y del cansancio

llegaba hasta el otro

y el diálogo iba de aquí para allá

con sueños, con lágrimas;

un diálogo como un río sereno.

Y si del otro lado ya no estaba la persona amada,

porque el napalm le había destruido

hasta convertirlo en humo y cenizas,

entonces la luna era como un espejo,

para soñar su amor.

Todo parecía que nunca se iba acabar,

bombas y lágrimas

“Hay espera y tristeza en el sendero

que desaparece entre los árboles”.

Y Ming fue siempre muy pequeña

para hablar de amor a través de la luna

a alguien que esperara sus palabras

para sanar un poco su corazón fiel en la distancia.

Solo después de siete años,

después que todo acabó;

pudo Ming reposar su pequeñísimo cuerpo

en una cama de verdad

y con la seguridad de que sus sueños

serían verdaderos y tan azules y profundos

como el mismísimo mar.

Así fue, lo hizo.

Y el amor llega a todos siempre.

Ming pudo usar un teléfono,

para hablar de amor, como si fuese la luna;

fue su primer amor,

tristemente el primero.

Así pues estoy yo aquí sentado

oígo la canción que Ming canta triste

y la lengua del lejano Vietnam somete.

Hoy a ella le han nacido dos lágrimas

claras y brillantes,

canta con voz de luna

y sus cabellos oscuros caen sobre sus mejillas

tiernas como el loto.

Moscú, 1978.

Panamá-Moscú

Lo que pasa es que estamos sentados

detrás de nuestras palabras.

Antonella Ponce.

Estas copas están vivas

nos están hablando ellas

y las palabras saltan del borde uno

a tu borde segundo

y de allí,

caen quebradas

como una flor simétrica de calidoscopio español.

Corro a la puerta de tu casa,

casa tuya , casa mía,

calle arriba

calle abajo.

El carro se apresura; tan rápido,

que se nos van quedando atrás los vinos.

Hemos dejado atrás las playas,

las chalanas largas del canal,

el puente hondo que divide tu hondura con la mía.

¡Ah! Bebe tu último silencio,

hemos de hablar mil cosas más.

Hemos dejado atrás tus patios,

tus zanjas infantiles,

mis patines de oscura inexperiencia

(nunca aprendí).

¡Mira, pero mira!

Moscú se esta alargando

y ese sol

ese sol del otoño transparente

ha dejado sin hojas la ciudad

mía ciudad

tuya ciudad

la nuestra.

Y ese gris de caracola

se nos estirará en la memoria;

nuestros días,

estas copas que están vivas,

más vivas que nunca.

Spleen

Moscú en esta tarde de oboe,

de flauta oriental

quiero besar tus zapatillas de labor,

tu copa persa de elefantes vestidos.

Exótica con tu bata de pedrería

levantarás un jazmín en tu frente

y Sálome ya no será esa

de quien me habló Mureau.

Mezquita, Meca

capital de los hielos vencidos

me has venido a matar de tedio

y poniendo los ojos en una lejana torre

llevo hasta los labios un sorbo de oscuro té.

Espera

Esperar tiene su aguja de hurgar las culebrillas del pecho

esperar

como espera la tarde el viejo buey que da a la noria

como se espera a la primera nieve

como se espera a la primera hoja

que cae enrojecida

en la primera tarde triste que nos da el otoño.

05/01/1980.

Planeta

En los predios del norte

baten sus correas de luz

las auroras magnéticas.

Vivimos en una esfera voluptuosa;

las masas de aire se chocan,

ventean.

El corazón del planeta se estremece

y una ola de escalofrió lo recorre;

los sismos son los escalofríos de la tierra.

En las zonas del antártico

nadie dice nada en voz tan alta como el viento,

ese viejo erguido golpeando con su bastón de hielo

los pies de la América.

El nuestro es un planeta azul,

un mundo azul

en donde se baten la nieve contra el sol,

los mares contra los muros de la tierra,

los desiertos contra le fertilidad.

Somos un imán circular viajando por el cosmos:

una muy grande pila eléctrica

que gira una vez cada veinticuatro horas.

En los predios del Ártico

mandan en las noches claras los misteriosos

nombres de lejanos reinados:

La princesa de “Águila”, Altair

la princesa de Andrómeda, Sirah

la princesa de Cefeo, Alderamin

¡Ah estrellas del norte

princesas de la gélida vida

reinas infinitas a mil años luz!.

Estrellas del sur:

Zuben-El-Gamalí

Zuben-El-Genubí,

testigos azules de la noche del sur.

Mágica magia del vacío

en donde viajamos a mil años luz de cualquier punto.

Fuego y tierra

cielo y tempestad

barco esférico cruzando los mares

de la inmedible profundidad.

Somos la humanidad.

Tripulación heroica conteniendo

las mareas con los dedos,

cantando con nuevas herramientas

inverosímiles máquinas tratando de oír

el suspiro de cualquier astro.

Somos la tripulación de esta nave

en donde la bondad se batió contra el odio,

como la fertilidad contra los desiertos,

como los muros contra los mares

y venció.

Ya podremos comer el pan de todos

todos juntos.

Ya están los hijos de esa bondad

sembrando en todos los cantos del futuro.

Moscú, 16/10/1976.

Retrato sin nombre

Yo se que tus ojos

alumbran un poco

los pasillos viejos,

las aceras altas

de tu casa

de tu calle.

También sé que fui el único

que quiso besar tus caderas

de anillo meñique.

¿Pero qué nombre para darte habrá?

Sé que fui el único estudiante

entre tantos cientos

que adivinó el moradito color

de las batas del liencillo de tu abuela.

Pero nombre no hay para tus ojos

y no tengo el susurro para tocar tu pelo.

Petare sigue siendo un pueblito mal cosido

donde encuentra lugar

tu reseca nostalgia.

¿Pero en cuál de esas casas

calienta tu sonrisa

la crepuscular ventana?

Tu nombre, sin remedio

se me ha ido al olvido,

pero tus ojos no,

ni tu voz como un hilo

que me habló hasta de un novio,

de un barco,

de no se qué lugar.

Quiero ponerte nombre

con tu uniforme verde

y leerte unos versos que jamás te leí.

Tu nombre importa

para que tenga voz este recuerdo

para que tenga aliento

en estos versos

la figura tan triste de tu ser.

Para poder hacer

que vuelvas la cabeza

cuando aún yo te miro

con tus delgados brazos,

toda delgada tú,

recuperando el nervio,

saliendo del exalto,

dormida en tu pupitre,

a la pregunta fiera de cualquier profesor.

Yo quiero darte nombre

me obsesiona tu nombre

y giro sobre el tiempo

y doy vuelta en redondo

y me caigo de bruces

sobre el mismo recuerdo

como insomnes perdidos en las selvas profundas

que no hayan camino para regresar.

Yo guardo este silencio

cuando el frío de otoño me vuelca la nostalgia

de nunca regresar.

Y me quedo tranquilo

sin forzar la memoria.

Yo sé que tienes nombre,

me lo dicen tus ojos,

y dentro del recuerdo

me gira la palabra,

el sustantivo propio

que ya aparecerá.

Moscú, 1978.

Gacela

Qué versos son estos que no me dan la paz.

Mírate en el agua del espejo… Gacela

mira tus ojos gacela

contémplate flexible en la hora tranquila de tu cama

gacela de ámbar

gacela de coral… coral

Auséntate un momento

hacia los mundos de tu blanca espalda.

Mírate hermosa como eres

y ya, por fin, dame descanso en paz

en el filo dormido de tus cuchillos

Moscú, 1976.

El rey de los pájaros

El cabure es un ave de la cuenca del Paraná

Hipnotiza a los otros pájaros con su canto,

es entonces cuando después de escoger su presa,

la devora sin darle tiempo de salir del hechizo.

La noche se cae de una rama,

resbala lentamente besando a las hojas en la boca

y al agua en el brillo y en el susurro.

Desliza su torso terciopelo de estrellas,

baja por los húmedos troncos del rocío,

toca al musgo sus cabellos oscuros,

y por fin

se abre cada ala

con su aliento que agoniza

esfumado en la selva.

Al eco de la noche se lo va llevando el sol

entre sus brazos de rayo

y un pájaro relámpago rompe una rama

y un chasquido de madera muerta

espanta los antílopes del nervio.

Algo despierta en la humedad el río madre;

la serpiente eléctrica

pasa como un bostezo sobre las hojas de fuego

y onda tensa

acecha por los bordes invisibles.

Más selva suena detrás de los arbustos

y un puma trueno brinca

tras los senos de la noche que huye...

Las primeras orugas ya se estiran;

suena el primer petardo de graznido

el pájaro asusta a las gotas

y el roció de la verde

oscura

hoja

cae.

Se va sacando el frío la mañana;

tensa sus piernas,

el último escalofrió se cuela,

revienta el aroma

y el padre-novio sol

posee a la madre-novia selva.

Se han ido secando voz los primeros nidos,

heraldos de luz los pájaros sacan su voz.

Saca su voz de tropel

el rayo loro

verde.

Rápido acróbata se zumba hasta el agua

el pescador fugaz,

con su pico de hilo

y la moneda de plata

de un pez de plata

vibra a la muerte.

En el valle lejano la garza alza su luz

y acompasadamente se arrastra por el aire.

En un bejuco verde el mantis teje su muerte

de león insecto.

Bajo los mangles, la mígala

mueve su muerte de nueve patas.

La boa eructa.

La iguana corre por las ramas

y un chillido de monos

riza la mañana que ha crecido.

El Tucán pico y cuerpo

da un grito un grito de ojos pasmados;

el turpial y la chenchena terroza de los ríos

escandalizan aún más.

De un oscuro tronco el pájaro muerte

busca otro lugar planeando;

planeando qué muerte.

Su rama alta conseguida es fuerte

y tienen qué astucia sus ojos redondos.

Canta, canta, canta

y un velo de acústica extraña

va extasiando a los otros,

van callando completo,

van ya volando extraño,

con el tambor oscuro

con la campana rota, con el zumbido mudo

ala rey del alimento del padre caburé.

La mañana está tensa

y pájaros y pájaros van llevados del pico;

de sus ojos atónitos

por el grito crucial

que ya ha escogido presa

y su magia silencio

se va poniendo dura

y las alas de piedra

que le ha puesto su canto

al azulejo cielo

y su traje turquesa

ya presa de puñales

se va poniendo rojo.

Los demás ya despiertan

de la noche del canto del ave Caburé

sólo víctima y plumas se han quedado en la tierra

y el puñal de ese pico

se va tragando entrañas

y un silencio de selva

selva

se empina

sobre ramas

y lianas

y hojas

y otra vez las hormigas

ya tendrán que beber.

Y la sangre roja

sobre la húmeda tierra

tendrá plumas azules

del pájaro y su sed.

Moscú, 1978.

Cartas de amor

I

¿Están viendo ustedes a esta mujer,

con su grueso sweater

de cuello ancho hasta la barbilla?.

¿La ven?

Pues…esa no es mi mujer.

Ni con su largo mechón cayéndole en la frente

ni con su falda verde.

No es mi mujer.

Porque con todo y su ámbito de geóloga

más que de economista

más que de explorador

de calles que caen

o sonrisas que se van,

no es mi mujer.

Porque mi mujer es

sol de sol

y rey de reyes

sota y bastos

de este corazón

¡y cuanto amor!

Bueno…

Esta lejos

lejos

lejos

mi mujer

Pero… calle que se abre no es esta mesa

en donde se sienta esta geóloga

más que economista,

no es mi sol

ni estrella tan siquiera.

No se esconde tras las cartas,

damas, reyes

y corazones de bastos perdidos.

II

Cartas, sotas

esta noche

mi caligrafía de amor

de amor y de papel.

Quiero ser el duende de esta vuelta

y que se caiga de golpe

todo lo adivinado.

Que se rompa esta carta

en el primer conjuro.

Que se pudra el pulgar que las reparte

para decir: Te quiero.

III

Y será

¿Cómo decir?

Mi mujer,

la calle para allanar de ternura

toda esta noche de cartas.

IV

Cartas que se ponen

pique y carreau,

mujeres de nostalgia de estas barajas

que no se repetirán jamás.

Mujeres de barajas

de baraja y celofán.

Cáese la noche en tu regazo

grande y cóncavo tu cielo

y se duermen conmigo los reyes del azar

para soñar tu amor.

V

Porque tocas mis pulmones

con esponjas de hierro

y sal

sobre la carne viva,

busco la salida de este laberinto

contigo de la mano.

Busco tu voz y tu cuerpo

y papel en blanco

para tu encuentro.

Busco azul, azul

de esta manera

tu cabello solo

y tus ojos que me miran

desde las cartas a la mitad del juego

reventándolo todo

hasta el final.

VI

Final va a ser

borrón para este encuentro

cal viva sobre el hollejo rojo

tu reproche.

Te busco

busco tu regreso

detrás de la puerta más blanca

y del papel más vacío.

VII

Vas a volver

yo sé que volverás

papel azul para calmar

esta quemada

de seco ácido

de ausencia.

Vas a volver porque yo

como montaña

sueño

siempre en los mismos lugares.

VIII

En los mismos lugares;

esquina y calle este papel;

como esperar desde el balcón tu abrazo

abrazo de querer

querer y más querer

soñar y más soñar

de que se reviente

el duende de hueso que rompe mis oídos.

Para tu más bello amor.

IX

Para tu más bello amor

estas palabras

que lejos loco

borracho y azafrán

este más bello amor

para buscarte como antes

para encontrarte

para besarte.

X

Estoy mirando las ajenas ventanas de esta noche

y sueño que duermes

como antes junto a mi.

Es mala mi suerte, el esperar.

Y es calma y sereno

todo tu recuerdo.

Miro callado las ajenas

y habitadas ventanas de otras casas

y envidio la llenura

de figuras que se estrechan

se hablan y se dicen

las cosas que ahora tu no estas.

Vendrás no vendrás

como ostra que se abre

una y mil veces

perla que será

o no

será.

Ventana abre tu luz

ventana hermana

como ostra-perla

que se escapa de este azar.

Busco cada hoguera

con este frío de cruzar la noche.

Noche hermano

Padre luna

Hermana sol

Madre río

Hermano llanura que se prende con ternura

de este corazón.

¿Es que acaso soy culpable de este sino,

es que no hay palabras para secar mi sed?

Madre cielo

Hermano corazón de mi ternura

Hermana amor

vendrás vendrás

tendrás que regresar.

XI

Última esta página

de esta mujer dormida

en la mitad del tiempo

y tu distancia.

Que poeta de perros que soy yo

que poeta de mala muerte que se va

(es mala la muerte que se queda,

la mejor es la otra, que se va)

Buena mujer será esta sed

sed de papel

y de tu vida

para siempre

siemprísimo.

Moscú 1979.

LONDRES NUEVE POEMAS

I

Paddington Station

¡Buenas, ciudad!

Qué aguas son estas para recibirme

para qué tantos trenes

solo soy

no me esperan más que nueve días.

Presiento que en algún lugar

dejaré olvidada mi capa.

No me besaran las mujeres malas

que brujas han olvidado sus pubis

en las vidrieras,

era lo último que les quedaba,

los senos se perdieron

en una noche de rock.

Buenas tardes ciudad

(Feliz, muy feliz).

Algo me dice que Londres es

un caracol oscuro lleno de hollín.

II

Codrintong Meuss

Buena ventanita esta,

es linda mí amiga junto a su chimenea.

Yo iría, la verdad es, hasta la India

por una sonrisita.

Hemos llegado

quizá algún día sepamos más

de este callejón

que es tan estrecho

como mi sentimiento de confianza.

Dejaré dar al planeta nueve vueltas

Londres.

III

Portobello Market

¡El mercado!

Quiero comprar una vieja capa

de soldado español;

pagaré con creces mi noche anterior

me dije embebido.

Anduve entre el sueño del dinero

que se esconde bajo el polvo

de las planchas viejas.

“Una trompeta rota puede ser

la tostada de esta noche fría”.

“Estos viejos zapatos son di-ne-ro”

Creo que estoy yendo demasiado cerca.

Le diré a Londres que estoy bien

(Muy bien).

IV

Picadilly Circus

Temo llevar el pelo verde

y los ojos de cobre.

He olvidado la capa

y mi cigarrera

y su botón de sal.

En las noches es bueno un café,

cine-terror

y dos señoras en mi calle.

Bueno es bailar y taconear

sobre los techos de vidrio…

V

Royal Oak

¿Dónde?

Me he preguntado siempre dónde.

Cuál real abrigo caerá en mis hombros;

quiero una novia de rayas en sus calcetines

y mucho rojo en la boca

y que me dé la capa que he olvidado

y que sonría siempre en el metro

dándole dinero a los músicos.

Quizá sea aquí

aquí

por sólo diez peniques

y

ahora.

VI

Harrow Road

En la esquina hay un hotel

y aunque llegué perdido

pude allí morir.

La hallé en Paddinton

y de todas formas seguí con mis tacones afilados,

sé que hay buenos techos de vidrio

y la niebla ayuda a cualquier fechoría.

Creo haber olvidado en algún lugar mis ojos,

mi voz.

Larga la calle,

al otro lado de la acera un negro

va zarandeando su sueño,

una chica llora su hachís

y yo creo ir olvidando mi nombre

en la penumbra sucia del hollín.

VII

Ladbroke Grove

Pronunciar, pronunciar,

mejor tocar a Paganini

y comprarme unas botas de cristal

para entrar al circo con mi buen disfraz.

El tren se mueve como un elefante,

que corre loco a probar su té,

pero siempre llega tarde.

VIII

Sundarle Avenue N° 6

Mi casa

casa (?).

Probaremos las tostadas del día

y seguiré sintiendo

que eso de ser niño perdido en el bosque

puede cambiarse

por 17 libras

y agua caliente.

IX

Spearke´s Corner

Sublime eso de hablar, amigos.

Una bandera roja dice Camarada

y un Indiano dice “adulterio”,

para destrozar la palabra Mujer.

Extraño… tan extraño,

pienso que pudimos reírnos,

que el parque es grande;

que todo es bueno…

La verdad, no

confusión – desastre

y tus ojos hermosos, hermosísimos.

Lástima.

Londres/Moscú 1976

HOJAS EXTRAOFICIO

DE UN MINISTERIO

I

Portales Ministeriales

“Lasciate ogni speranza

voi che entrare.”

Dante Alighieri

En las puertas del hades

hace caos la penumbra.

Vas a pasar

y en el pesado Portal Ministerial

relumbra el bronce.

Entra que en la luz del sueño

arribará el final de todo esto.

Y seremos los dueños del principio.

II

Escuché una vez a un cineasta dominicano

citar los mejores versos oídos en su vida

Decían algo así como:

MAÑANA

Ojos de plomo van en los autobuses.

TARDE

Ojos de plomo regresan en los autobuses,

Y aquel día toda la tragedia de esos versos

le hicieron llorar hasta emborracharse.

III

Horario

Suena un reloj criminal

y se rompe la cúpula del sueño.

Se cae y se rompe

como el hachazo sobre la almohada.

Pasa la mosca y zumba

y es la regadera que ha sonado.

Sigue el minuto rígido, inflexible

y una tarjeta de asistencia

¡ Ay Amor ¡ con tu nombre marcado.

Pasa la mosca y zumba

y es la regadera que ha callado.

Ahora es la calle la que se menea

y los puentes de grapas y de armarios

se derrumban frente a mi camino

y es el autobús que se ha alejado.

IV

Ojos de plomo van en los autobuses

Dormidos como pesadas rocas en el río

van repitiendo el estribillo de una canción.

Dormidos como picos nevados

sueñan el desenlace de una telenovela

que envenena.

Dormidos caen en los asientos diarios,

como troncos rodados.

Dormidos van en el salario,

en la compra, en la memoria,

en la enfermedad dormidos.

Párpados de compuertas,

que retienen mares de esperanzas,

mares de vida, lluvias de sol,

campana para la desdicha, lanza.

Para que dormidos caminemos, aunque dormidos

con los pasos.

Para que nuestro despertar sea

directamente proporcional

al letargo sufrido.

V

Ojos de plomo regresan en los autobuses

Una relación de cuentas llueve

sobre la tarde que cae.

Una frase fallida y un acento

mueven los dedos de la mecanógrafa

en un síndrome de terquedad,

de hacer bien lo errado

y como garrocha saltar la melancolía.

Cabecea el hombre

y el humo citadino atora gargantas,

la casa se hace sueño,

quiero soñar

la mujer bañada y perfumada espera

quiero soñar

la nevera ya funciona bien

quiero soñar

no temo a las enfermedades

quiero soñar

tendré ya la casa ampliada

y a mi regreso todos viviremos bien

debo soñar

tengo esperanzas

debo soñar

todos en los autobuses nos balanceamos

de modorra.

Hay que llegar.

VI

Llegó tarde el amor

Es voraz el reloj

con las tarjetas

se las traga y

las vomita

con un sello marcado

manchándolas de negro

o rojo retardado.

¡ Ay amor ¡ mi número es el nueve

y veintisiete el número pasado

y tu falda rosada

es el número quince

y tus piernas pasan por el pasillo

con cautela de lince.

Qué febriles me son tus pantorrillas

¡ Ay amor que terrible es mi sino !

Que hermosas tus mejillas.

VII

Escritorio

1.70 x 80 cm., es mi mundo

y un fieltro azul oscuro

por un vidrio pisado.

Los papeles vacíos

es lo único importante

y un proyecto desafiante

que jamás he redactado.

VIII

Memorandum

Por el pasillo gris del ministerio

viaja el fantasma de entre las personas

va vestido de frías acepciones

y los ojos en verbos reflexivos.

Tiemblan los ocupantes frágiles de archivo

y en sus pechos se encarpetan

dobladizas láminas de acetato.

Las voces rumorean emergencia

y públicos, administrativos y enumerados

los oídos estornudan con el aire acondicionado.

El memorándum viene a mi oficina

y el colmillo que muerde mecanografiado

es la sonrisa del jefe en la mañana

y el escalofrío de todo lo archivado.

Sigue de largo y ni me roza;

sé de varias secretarias que han llorado.

IX

Proyecto oficial

El plan para el control de la gastroenteritis

será cambiar, ya estando vacíos los pozos petroleros;

la torre, el balancín, por los pulcros techos del plan de las letrinas.

¡Y a vivir¡

El milagro está, para cambiar la copa, el paisaje,

la escuela, el caucho gastado, por un país soñado,

sin mejorar.

El plan será una ley, que suba por las ramas

que se dividen al pie de una escuadra, hasta que las casas, las fabricas, las bodegas, los

bares y todo sean un plan, para que los zapatos sean una fuente de la cual siembren maíz y

así la arepa sea un tambor

y que la música un balancín,

para que el milagro se dé

al pie del cañón de la soberanía

con la intención que en un discurso

el anteproyecto sea un ápice de la subcomisión

que sabe lo que la carreta amerita para hacerse tren,

que levante el carbón y así el estudio, premeditado,

nada apasionado lleve por consecuencia natural

al plan para el control de la gastroenteritis.

Y así empezar…

X

Reunión para discutir

el proyecto

Disentí con un gesto

que quise imperceptible,

pero ojos de lince

afilaron sus pupilas

y corrieron

por los matorrales de la insidia.

Eso fue el mediodía

y después del almuerzo.

Se hicieron pesados los arroces

en los estómagos postmeridianos,

las salsas de spaghetti agriadas

dejaron ácidos eructos en las gargantas.

Todos sintieron pesada

la digestión del miedo.

XI

Llega el memorándum

Llegó el memorándum para mí

y congelados los rostros adyacentes

ni mirarme quieren.

Como si un pánico de Iceberg

navegara los contornos del Titanic

hundidos los ciudadanos

ni hablarme quieren.

Se hablaba con labios de terciopelo,

se erizaba

se estremecía, crecía lo esquivo

y ágiles ojos cruzaban sus miradas.

Un gesto es un partido

y una rama partida cayendo en la avenida

la señal de augurio solapado

que pudo significar: “Estas desconectado”.

Ya ha llegado también para otros,

ilegible y reza: “Usted se quedará aquí

por años, cotice su pensión de vejez

que está neutralizado.

XII

Comunicado

Se le participa a todo el personal:

Técnico, obrero y administrativo

¡Que no!

Muy atentamente ¡NO!

XIII

Memoria y cuenta

Las memorias anuales de todos los ministerios

se cuadran frente a mí

y afuera en la calle

una muchacha grita un nombre

parecido al mío.

Yo sé que ahora en cualquier lugar del mundo

hay una mujer siendo besada

y cientos de personas fotografían el Gattamelata

y desayunan en las tibias tabernas de los Alpes

hombres con hermosos suéteres rojos.

Y hay un hombre parado en el andén

de la estación de Leipzig

con un ramo de claveles rojos,

esperando a una mujer, bien afeitado.

En París, cerca de la estación del norte

una muchacha vende un pan perfumado.

Y en Londres un poeta pálido

hurga libros

en una callecita cerca del Hyde Park.

Desde cualquier lugar del Salvador

la emisora suena un himno

y recuerdo fotos y versos de Cardenal

y desde el segundo piso del aeropuerto José Martí

se ven unas palmeras a lo lejos.

Nada de lo leído en las memorias de los ministerios

Me mueve a la nostalgia.

XIV

Paisaje recapitulario

En la página,

amarillentas sombras conforman nubes.

El mueble sobre el cual reposa

la resma de hojas,

se ha quedado gris-cuadrado

y sobre todo aburrido.

La oficina es el severo conjunto

de muebles

que nos archivan en la cuenta

y el oficio.

Muebles que guardan nombres

en la oscuridad de gavetas cerradas.

Y en esa misma penumbra

nuestros ojos ciegos en la fotografía

enmohecen sin una lágrima,

hasta el día que caduque nuestro archivo.

Y ni siquiera las cenizas de nuestros expedientes

guardarán la memoria de que tenemos ojos

que ahora se enceguecen

en la bruma cotidiana

de nuestros ministerios

XV

Hay, en un lugar secreto del país,

un alambrito que lo sostiene todo

y lo busco para halarlo

y que así se descalabre todo

en terremoto

como fichas de un dominó encaramado.

Una vez lo busqué en el cementerio

por los recovecos de los panteones olvidados

y no encontrando nada que llamara a sospecha

pasé toda la tarde en la tumba de un tal Falkenhagen

halando un alambrito que estaba despegado.

sabía que el azar lo llevaría

hasta mis manos

y guardaba el secreto.

Una mañana entré a un baño del ministerio

y por casualidad volteé a mirar una regadera

que había en ese lugar donde nadie se bañaba

y vi un alambrito que salía del techo

y que la sostenía;

tenía que ser un lugar del Poder donde lo encontraría,

hale duro, con fuerza,

que se cayera todo

que muriera yo,

qué importa

y hale colgándome de él

y en la calle un grito,

cada vez que yo halaba.

Como no lo creía, de nuevo tiré del alambrito

y otra vez aquél grito

se dejaba escuchar.

Sentí volverme loco de emoción

sería feliz, muy feliz.

Porque cada vez que halaba

aquél hombre gritaba,

si halaba largo, largo era el grito

si dejaba de halar se callaba.

Mi mano quedo bien apretada al alambrito

mientras en la calle el hombre repetía:

“Cincuenta y tres mil trescientos treinta y ocho

quinientos mil bolívares para hoy”

“Cincuentaytresmiltrescientostreintayocho

quinientosmilbolívaresparahoy

cincuentaytresmiltrescientostreintayocho

quinientosmilbolívaresparahoy “

XVI

El secreto aliado

Aquél hombre era un diablo

de cínicos aspectos

de cejas erizadas

y jubilosos ojos

para guardar la risa.

Era, con su traje

y sus dedos delgados, un encuentro.

Me miraba pasar y se escondía,

porque como todo buen Belcebú,

sabe más por mutis que por diablo

-¡Hombre estas botado! Me dijo.

Hago lo mismo que tu, pero resisto,

trabajo en tres lugares,

serrucho a diario la columna izquierda

de la torre norte. Hago lo que

tu mismo indefectiblemente harás.

El azufre olió a tinta Pelikan

cuando voló.

XVIII

Sueño

Sueño con que un día

llegue temprano a casa

y escriban en la prensa

“Ya todo ha terminado”.

El frío telegrama

la amenaza velada,

el partido voraz,

el pasillo-esófago

que nos traga la vida.

El jefe amenazante

y la razón torcida

la burocracia inútil

y la artera mordida.

La flor en las ideas,

la muchacha dormida

serán entonces, pues,

la sal de nuestros días.

“No me preocupa el carro”

“Este país es mío”

Y el fruto del trabajo

un canchunchú florido.

“La bedel es mi hermana,

el chofer compañero”

y el plan del ministerio

no un mundo de letrinas,

de discursos,

de letras

olvidadas un día.

ESTE AMARGO FAR NIENTE

I

¿Oda, poema épico que reúne las enterezas de una raza,

que del caos al orden lucha y redime los errores

de los cansados ancianos, que en verdad soñaban

la vida como el sueño de un Dios omnipotente, hijo

de tres partes iguales de un todo que prohíbe explicaciones?

No podría esto ser un relato épico,

ni que de la mitad del mundo se desprendió,

como gota maravillosa la virtud.

No, a nosotros las leyendas nos han herido la existencia

y arrastramos la lucha contra lo viejo

como un karma maldito.

Arrastramos el soportar a diario

los designios de quien hace tiempo

besa nocturnamente una muerte

que visita sus sueños y su paz.

No, para nosotros que mendigamos y rogamos la paz

entre todos, no hay cuartel.

Por eso calladamente

con una nebulosa de esperanza

vamos entregándonos a la ira,

tan grande e impía como aquella de los dioses.

Desde las manos de los mendigos

rayos han llovido

Y aquí en este lugar del mundo hemos decidido

¡Rayos lloverán!

II

Hay alegorías que podrían explicar

de una forma u otra

que han robado la alegría y la felicidad

de nuestras manos,

pero de ninguna manera esperen

que como en leyendas sostenidas

como reto a la verdad,

que un solo hombre, limpiamente

y sin más que una palabra,

como un conjuro mágico,

convencerá a Dios

para que salga de su cueva de huraño Zaratustra

y nos devuelva lo que nuestro fue arrebatado

y guardado tras las rejas de lujosos centros residenciales.

Nos llaman ilusos

o en la burbuja de un trago dispendioso

prefieren llamarnos inteligentes, cultos

y lástima que piensen así...

¿Como así, señores, cómo así?

Creo tocar un tema demasiado viejo...

III

Un hombre se levanta,

pone sus pies sobre el suelo frío,

camina blandamente sobre sus blandas plantas,

entra al baño, se mira en el espejo

¿se sonríe?

Se mira a ojos y los tiene netamente desempleados.

El pie se afinca al desnivel de la acera

y ya en la calle el destrabajo

¿la súplica?

La vergüenza de estar fuera del tren,

aunque crean y perjuren que esos “que no hacen nada”

tienen también el horroroso defecto de no tener vergüenza.

El sintrabajo es un tipo de traje a la no medida,

se nota a leguas su cara grasosa

y en el tacón del zapato

una terrible cicatriz de barro.

Se colocan en colas

¿se miran?

Sienten como que un inacabable relámpago

les cegara los ojos y la boca,

cuesta hablar,

porque en la miseria competimos,

en la lástima nos ponemos zancadillas

con nuestros torcidos zapatos.

Y los empleados, con ese aire de estar bien,

miran los ojos escapadizos ojos de los sintrabajo

y preguntan: domicilio, habitación, lenguaje, conveniencias,

pretensiones, planes, sueldo, retribuciones, observaciones,

deseos, comidas, horarios, vehículos, salud, motivos

y a esta última pregunta clavan los ojos en uno

olvidando que la respuesta la tenían ellos

en los labios pálidos,

poco tiempo atrás,

cuando tenían un poco menos

de lo que ahora tienen.

IV

Pensamos que de pronto podríamos dejar de ser

los últimos desempleados del planeta

una nube de sueño nos delimita lo que tragamos

y no es bilis,

es azúcar.

Y el caliente pavimento de la calle

no es tortura que mancilla nuestros pies,

es romántico tranvía.

Y el despertar de cada día es maravilla,

no pesadilla.

V

Podríamos todos juntos

organizar un complot

para quitarles sus empleos a los empleados.

A los zapateros les quitaremos sus martillos,

a los mercaderes de la tela, el tafetán, el lino,

el casimir, los paños de hilo, la tijera, la medida

y la astucia de decir. -“Tan barato…”

Los albañiles sin empleo

correrán a las construcciones

y robarán las cucharas,

los ingenieros sin trabajo

robaran un puente

para regresar al camino donde dejaron sus desvelos de estudiantes,

recuperando la frase “no vale la pena”,

olvidando el integral

y devolviendo en el recuerdo

el beso de aquella muchacha de muslos tibios

y temblorosos, como los de una gacela cautiva.

El joven médico sin empleo dejará que el corazón

de su envidia hacia los viejos enriquecidos doctores

fenezca temblando entre sus manos,

como el corazón del tosco sapo de sus disecciones infantiles.

Porque en nosotros no cabe la maldad;

solo la travesura de jóvenes castigados

(esto es para disfrazar la verdadera naturaleza del asalto).

Yo particularmente iré a buscar a una usurpadora de mis sueños,

que viste de petulantes brillantes los dedos,

habla petulantemente

y jamás ha escrito un verso.

A esa quiero darle una simbólica patada por el culo,

en nombre de mi gremio.

VI

Nosotros no hemos olvidado EL SIETE DEL TRIUNFO

del que habla el tarot.

Nuestra falla es una decisión de los dioses

de este mundo.

EI día de los negocios es el miércoles

que corresponde a Mercurio

y en ese día no nacimos los desdichados hijos de Eva,

que vamos gimiendo y llorando en este valle de Marx.

La maravillosa cifra siete de la que habla el poeta

no nos condujo a la senda de ser un ganador ejecutivo.

Nos falló la estrella.

La Cábala se torció con nosotros.

Por eso es que nos vamos a valer de otras predicciones,

no de dioses,

para enderezar las cosas de los hombres.

Quizás ese día se caiga una estrella...

VII

En alguna calle de esta ciudad

en algún edificio

en algún piso

en alguna oficina,

detrás de algún escritorio de nogal

con elegantes adornos,

está sentado un señor

de reloj de gran diseño,

con un habano de alguna marca afamada;

mueve sus ojos por sobre algún informe

y está mi foto allí;

en esa hoja he colocado una fría equis

en el recuadro donde dice “Hijos”;

el señor secretamente se limpia la nariz con el dedo,

pasea su vista por sobre mi Currículum Vitae;

en ese papel no dice lo buena gente que soy.

De pronto viene a su memoria el tubo de escape de su vida,

el mecánico, el perro del mecánico,

llega a al casilla donde he insertado mi teléfono,

en caso de que haga falta una entrevista.

Ahora hace una bolita con algo que tiene entre los dedos...

Ha decidido que no vale la pena levantarse

para lavarse las manos y llamarme por teléfono;

pospone la llamada de otro más

y mañana de nuevo no vestiré corbata.

Todo por un fastidioso sucito en la nariz…

VIII

Gracias a lo informal de la poesía contemporánea

se puede en unos versos

desnudar a la musa laboral de nuestro espíritu,

no a la clásica vestida de tules,

sino a la otra más moderna, que trabaja.

Yo tengo varias musas laborales:

una francesa que carga panes cerca de la Estación del Norte,

una alemana a la que llamaba “conejita”

y que jamás me besó.

A la musa laboral que es compatriota

no pretendo desnudarla

quiero dejarla vestidita;

en ella está el pathos amargo de estos versos

y es que siendo una niña aún trabaja todo el día,

no conoce la escuela,

sirve en una casa: lava la ropa, saca brillo a los bronces

y a la plata, no recibe sueldos;

por las noches deja caer sobre su almohada

lágrimas que huelen a guayaba; así lava su dignidad.

Debajo de sus ropas esconde una rabia galvanizada,

por eso quiero dejarla vestidita,

de esa manera no descubrirán que se parece demasiado a nosotros

y que potencialmente es un peligro…

IX

Las nuestra son vidas transversales

que se cruzan en las mismas esquinas del hastío

en las aceras de la calle principal del sintrabajo

intercambiamos el mismo sudor del nerviosismo

la misma distancia en nuestro trato.

En las tardes nos vemos en el espejo de los rostros ajenos

y oímos el eco de nuestras palabras

como si el adyacente fuese el yo con duplicado.

En la calle central del sin quehacer

tenemos un puesto reservado

el acomodador nos lo va dando

“Este es su puesto” nos dice

para que la estafa cobre vida verdadera.

Será que somos transeúntes segregados

a circular por calles apartadas de las grandes oportunidades,

a pasar por los grandes centros comerciales como espectros

de la imposibilidad.

Rutas aledañas son las nuestras

no las calles reales de las tarjetas de crédito

de las pólizas de seguro

de la maravilla de la libre empresa.

En este andar a marcha forzada

vemos que es difícil no salirse del sendero;

entorpecer el paso de los aquilatados

se nos vuelve una pequeña reivindicación.

Avanzamos todos a contramarcha

porque estamos aprendiendo a vivir

comiéndonos la flecha.

X

Amor, no amamos,

como quieren los ricos,

la miseria. Nosotros

la extirparemos como diente maligno

que hasta ahora ha mordido

el corazón del hombre.

Pablo Neruda.

La pobreza es el único bien que al dividirse se multiplica

… ¡Y cómo!

El amor se muere de hambre

por las calles se arrastra y mendiga un evangelio.

El amor se cae por las escaleras de los más pobres barrios

y queda muerto en la avenida.

Es por eso que la mujer no reconoce al marido

cuando entra cansado por las tardes

y el marido encuentra extraños los huidizos

y sudados labios de la mujer en la acabada cama.

Yo quiero que el amor sea un domingo de parques,

un día de asueto laboral,

sin que al regreso se nos vuelquen las cuentas

y el domingo se torne un desliz de engañada muchacha,

una cuenta mal hecha para el lunes

y una moneda muerta para el jueves.

El amor ha sido desvalijado

y los niños miserables van recorriendo calles

para encontrar los trozos y volverlos a juntar.

La madre esta dormida

la hermana esta dormida

el padre ya no existe

y en la mañana el niño grita su pregón.

Caracas, 1982.

DE LA ROCA Y DEL ESTANQUE

Para E. Cayama.

I

La roca guarda su memoria

bajo el musgo.

Las olas mueven suavemente

la superficie clara del estanque,

y un pez,

como una exhalación

deja mi vista atónita

en su espectro.

II

Es noche lunada

y la roca duerme sus sueños

bajo el musgo.

Una rama inclinada al ras

del agua

paga penitencia

y la luna se hace doble

y alargada

en el espejo tembloroso del estanque.

Baja la brisa desde el monte

y sobre la rama al ras del agua

un grupo de monos

trata de atrapar la luna

dormida en el estanque.

III

Desde el puente del lago

se ve el templo alzado

más allá del bosque.

Es otoño

y las hojas ahora tienen

el color que tuvieron

las naranjas del verano.

Bajará el frío del monte

y los bonzos vestidos de azafrán

pasarán apurados

como peces

que se ocultan bajo el musgo

de la roca.

IV

Por el senderito del bosque

los pasos sobre las hojas

hacen el ruido de un ejército

y como vamos todos reídos

nuestras voces se apagan

entre las hojas de los bambúes;

sobre los árboles los monos pasan

asustados.

Ninguno de ellos llevaba la luna del estanque

bajo el brazo.

V

Los primeros fríos del otoño

hacían de vidrio el agua del estanque

en las mañanas.

Caminábamos juntos haciendo vapor

de nuestro aliento.

Y luego corriendo llegábamos al estanque

de la roca.

y golpeábamos con las sandalias

el duro hielo

para avisarle a los peces en lo oscuro

del fondo

que aquí arriba había llegado la mañana.

Cierto día fui solo, antes que todos

y así ser el primero en despertar los peces,

pero no habiendo terminado de llegar

para golpear el hielo

encontré un gorrión congelado bajo el agua;

su ojo oscuro me miraba desde la muerte

su pico abierto me piaba desde todo lo

detenido.

Y corrí, corrí, despavorido,

como si un diablo me soplara el pánico en la nuca

Cuando al fin me detuve en el umbral de nuestra casa

para recoger el aliento caído en el camino,

no supe responderme que me había dado más miedo,

si, el gorrión muerto de frío

o la niña de traje púrpura

que me llamaba sonreída

desde le vera del camino.

VI

Han pasado muchos años

y aún miro con placer la oscura roca del estanque.

Son muchas las veces

que le ha muerto y renacido el musgo

y me complazco en verla,

en mirar hacia el fondo

esperando que me sobresalte algún pez

en su belleza

como si fuese la exhalación del primer verso

de mi vida.

VII

En el otro lado del estanque,

desde donde otrora colgara la rama al ras del agua,

un paciente pescador anciano

deja que el anzuelo penda del hilo,

bajo el agua.

En estos parajes el crepúsculo es la hora

de la melancolía.

Por el senderito bajan los jóvenes

alborotando a los últimos pájaros

con su “sabiduría”.

VIII

En las viejas escrituras

hay unos versos

sobre el dulce aroma de las orquídeas.

Y yo interpreto esos versos

mirando a las gentiles jóvenes

que caminan discretas

sin mirar a los lados.

Miro sus cuerpos arrollados en sus trajes,

y la cadencia de sus pasos

que se alejan detrás de los bambúes,

doblegan mis sentidos

bajo la fuerza inmensurable

de la delicadeza.

IX

Ayer pasaron dos campesinos

discutiendo de si sería cruel este invierno

y se detuvieron exaltados ante la belleza

de dos plantas enanas que

cuido con esmero

y las observaron todo el tiempo que las tuve

calentando al sol.

Bien haces anciano, son los últimos rayos

y el invierno será cruel – me dijo uno.

- Si, si, él me ha convencido de ello – agregó

el otro. Y ambos estuvieron de acuerdo

de que el invierno sería cruel.

Entonces yo les pregunté si les parecían hermosos

mis bonsáis

y exclamaron alzando sus brazos al cielo

que eran hermosísimos,

y se fueron sin comprender

que no sería cruel el invierno,

que su “crueldad” sería hacer de los bosques

selvas de nácar y marfil.

Así corno la “crueldad” del hombre

ha hecho de este roble un arbusto diminuto

de apretadas frondas

y de este cerezo, una ramita torcida.

DEL ARBOL Y LA ESTRELLA

UNO

El árbol mece la hoja para la señal

¿La has visto?

Es la señal para que tus ojos miren.

Su tallo es el verdadero templo.

Un árbol es cuanto necesito

y existo dormido entre sus ramas.

Tu

otro tanto harás

porque descubrirás que viven

ellos

elevándose desesperadamente

por más luz

por más aire

con más imponencia cada vez

como tú.

DOS

En los crepúsculos de Yaracal

hay un árbol que siempre me saluda

sus vaivenes son:

-“Aquí estoy, mira mis ramas y mi esbeltez,

maravíllate de mis ritmos al viento,

disfrútame como vivo ser

que al trasluz la luz del sol fenece”

Y le miro ensoñado en sus sombras

porque el árbol es una mano melancólica

que me repite adioses,

o un mástil desaforado y desdibujado

de alguien que zarpa sin volver.

Venga uno de ustedes y pídame

vendremos aquí

y verán al árbol o bailar

o gritar desesperado algo

que no termino de entender.

TRES

En los caminos de la montaña

todo calla para que pase yo

y paso como un mudo en un templo

Entro en el vivac del numen vegetal

y el universo es madera en pie

y estrella dibujada para siempre

Quiero leer en los árboles

lo terrible que está escrito

en las estrellas

y que la madera

responda con su reposado murmullo

que es verdad.

CUATRO

En el agua oscura de un pozo

todo el frío se acostó a dormir;

la noche se traga las montañas

y yo con ellas soy borrado.

No se alzará el día todavía,

entre tanto seré nada.

Así es como en la memoria

funciona o no funciona uno.

Bajo los árboles

en una terrible jungla sumergido.

CINCO

Vivo en la encofrada selva del norte del país,

duermen las aves sus voces en la noche,

y la pisada de sombra de la fiera

gira.

Las estrellas son la única luz para vivir

y las busco tras el follaje

y no sé si titilan

o es que las hojas les impiden decirme de verdad

qué es lo que brillan.

Nadie conoce la vida

si no conoce el sueño vegetal

para vivir;

el agua oculta tras la enraizada palma

y tu voz que habla como todas ellas juntas.

SEIS

Voy rumbo a la selva

y las rayas de la carretera

son un indescifrable mensaje

que en Morse puede significar

un grito de una sola vocal.

El brillo de agua

que pinta el sol candente

puede ser espejados resplandores de cabello

en la distancia.

Escribo porque no sé hablar

y hay un mensaje que dejé

tras una noche,

que se repite, mil veces frente a ti

y no descubres.

Cualquier vez párate frente a esa noche

y descorre la cortina, detrás de ella.

Verás íngrimo el secreto

que jamás repetiré.

SIETE

Vamos dejando el mundo vegetal

la montaña azul detrás de la verde

la selva púrpura detrás de la azul

el mundo en el enigma

asomándose solapado

por sobre el hombro de la selva gris.

Todo el mundo de las encrucijadas

las montañas con nombres de encantadas potencias

las campanadas de las aves

el relámpago verde y su graznido

la sutil textura anunciada en la pose sensual de una rama

las aromas letales en la ternura del corazón de la guayaba.

Abandonamos el mundo vegetal

y vamos a su antítesis urbana.

Dormirá la serpiente su sueño dulzón

seguirán los pájaros del bosque

mirando con atónitas miradas amarillas.

En el crepúsculo la montaña púrpura

será la neblina

y un árbol, amigo secreto,

se entregará al vaivén de sus señales

mostrando en el séptimo lugar del firmamento

un sendero que siempre alguna vez deberemos pisar.

Yaracal, 27-12-1983

EN PUNTAS

Para J. F.

El universo en puntas.

Arcana

Qué mano te puso aquí…

Nos iremos a la tumba

la tierra tragará

nuestros jugos esenciales

nuestra memoria

vuelta líquido.

Para qué.

Este misterio

nunca

revelado.

Soledades

Alguien leyendo a Benedetti.

Vengo a derrumbar

tus soledades

afincar mi rodilla

entre las tuyas

poner el filo

de la copa

entre tus labios

calentarte

la cintura

con mi mano

colgarte

en el oído

un pendiente

de rubí

una palabra roja.

Soledades

dices

los hombres

te recorren

detienen

el vaso

(no pueden

tragar

y mirarte

al mismo

tiempo).

Soledades

repites

haciendo un rondó

al compás

de la noche.

Soledades

he venido

a celebrar

tus soledades.

De las noches

Insomnio.

Parece no haber

remolinos.

Quieta

el agua

del sueño

ando.

Es noche

por mi corazón,

un viaje

a oscuras.

Avanzo

aguas profundas.

Comienza la ventisca,

vendaval,

venas,

naufragio.

Toco

orillas,

piel

que envuelve

piel;

tu recuerdo

el vórtice

que hunde.

Creí

no encontrar torbellinos

esta noche…

Hosanna

“Tu nombre es como perfume derramado”

El Cantar de los cantares

En la tarde

a las tres,

tu cuerpo es un murmullo

ondulante.

Sus brillos

son palmas mecidas

por los fieles

y el sol se asoma

por la puerta dulce

del cáñamo y la mirra.

Dejas caer los párpados

a media mirada

para que la modorra

de la canícula

no entre a tu cuerpo.

Por tus ojos avanzo

¡No los cierres!

Que no tendría camino

por donde regresar

a este mundo.

Bajo el arco

de La Aguja

llevan

tu cuerpo alzado.

Va coronado

por la flama

encendida

de tu pelo.

Es de sutil textura,

como el tronco

del árbol de guayaba.

Sin poder más

mirando tus labios

¡Hosanna!

susurran

los míos

¡Hosanna!

y tu aquí tendida.

En mis oídos

una multitud

repite

como yo

¡Hosanna!

Tim sam

Onírica

El sueño lleva botas negras

y desde su cabeza una llamarada rojiza

cae más allá de sus hombros.

El sueño flota cuando anda

es dulce en la elocuencia

y clara

en la mirada

El sueño

tiene cadencia

de ondas en el agua

y los labios gustosos

por los bocados chinos

que come inspirada

El sueño

es delgada

y llegó desde el fondo

de sus días cuando apenas si sabía su nombre

Ahora

está aquí

nítidamente mía

presente

de verdad…

¡Como en un sueño!

Magi

Hechizo

Amanece.

Formo entre mis manos

una esfera azul

que lanzo hacia ti

a través de ventanas,

árboles, edificios, sábanas

y va a dar

contra tu pecho.

Tibia placitud

en tu bostezo.

Luego amasas

una esfera roja; descubro

la intención,

pero ya es tarde,

la arrojas,

me das de lleno,

caigo

y me levanto

otra vez

muerto por ti.

Embebida

Pongo la boca

pegada a tu corazón

y soplo.

Abombo mi sueño…

Tu sangre se devuelve

hasta mis labios

en terca hidráulica.

Desisto

en darte

mi aliento.

Mejor

te bebo.

Nunca

Tengo miedo

no quiero mencionar tu nombre

y que no estén

ojos

piernas

boca

lágrimas

pétalo

tu voz

que me responda

No quiero pensar

tu cabello

y que no esté

tu piel

la almendra

el musgo

el paraje

perdido

adonde te llevo

a agonizar.

No quiero sentir

que respiras

y que no esté

el murmullo de hojas

la nube que viene

la tormenta.

Confúndeme

no dejes clara

mi conciencia

bórrame

el pensar

tuerce

mi memoria

que no sea tu voz

tu voz

ni tu piel

tu piel

como si no existieses

como si no exististe

¡nunca!

Vereda Tropical

Vereda tropical

Este sendero

ha sido teodolíticamente orientado

al norte franco.

Estamos circunscritos

al distrito del mar,

su bocanada de sal,

sus rizos,

su talante de toro

que golpea.

El cemento dictatorial

del que está hecha mi calle

parece lavado a lejía.

Y los que somos de acá

nos conocemos por el regocijo que nos da

la lluvia; nos obliga a mirar hacia el cielo

exponiendo las caras, desde niños.

Nos conocemos

porque en el mismo lugar

tenemos ancladas

nuestras casas.

Aquí las palmeras

llevan hasta sus cabezas

los brazos

por desesperación.

¡Esta vereda es la guarura

por la que sopla

su voz

nuestra existencia!

4 de septiembre de 2004.

.

Se reserva el derecho de admisión.

A Damián, el hijo de la señora Enriqueta.

Nadie va a entregar su simpatía,

quizá una sonrisa cortés

un “Buenos días”,

pero la simpatía... Hay que pensarlo.

Así somos por aquí.

Uno no sabe lo que trae el pasajero

ni lo que empuja la resaca hasta nosotros,

por eso no pasamos más allá del cuidado

que dicta la prudencia.

Si alguien viene

le damos todo el tiempo del mundo,

esperamos que los vientos arrecien

a ver cómo comparte la incertidumbre

que nos pone la ráfaga en el pecho,

verle palear el barro,

subirse a un techo,

bregar con las dobladizas láminas de zinc,

mientras las nubes se desflecan arriba

enredadas en las antenas.

Nada es más angustioso, que un árbol azotado

en la tormenta,

su fronda volcada por los vientos, el ademán de miedo que le invade las ramas,

su zozobra en el combate mudo con la fiera.

Te estamos esperando con nosotros, extranjero,

cuando vuelvan las calmas nos veremos las caras.

2 de agosto de 2005.

Espumas

A mi madre, Vidalina García de Rodríguez.

Las bateas, esas embarcaciones ancladas

en los patios,

donde vimos a nuestras madres navegar

el naufragio cotidiano de reventarse al sol,

remando limpiamente la travesía

del agua y el jabón.

Marineras heroicas del brazo y del oleaje,

que avanzan pulcramente

con las piernas clavadas al sueño y al timón.

Son ellas izando sábanas,

camisas; nuestros diarios atuendos

de juegos, de batallas,

de furias,

de lágrimas,

borrascas que una vez nos tocó.

Como fieles grumetes

seguimos junto a ustedes, atados a sus mástiles

¡capitanas profundas!

Sigue vivo anhelo de verlas respirar,

sus perfumadas faldas, bañadas por la espuma

del jabón y los sueños

mirando eterna al mar.

11 de septiembre de 2005.

Estrellas

A Augusto Rodríguez Beitía, mi padre.

Son las mismas estrellas que como brasas de plata

llevaba mi padre

en sus bolsillos.

Nada reproduce con mayor

perfección la eternidad,

como los destellos que día

y noche libera la mar en la punta de sus olas.

Arepas

A Lina la de enfrente.

Cuando todavía las estrellas

estaban blancas como gélidos granos de sal

en el firmamento,

y el viento de la montaña

exhalaba su último suspiro de nocturnidad,

Lina, ligera como las sombras delgadas,

con un paño de hilo en la cabeza,

a modo de turbante, como en Dahomey,

giraba la manivela de la vida

en una máquina de moler maíz.

De los discos dentados salía una espesa

nube blanca, que caía sobre una bandeja

en la semipenumbra del amanecer.

Era la masa, con su textura de bondad

a la que Lina iba dando con sus manos

la forma perfecta de la luna

y las ponía a dorar sobre un budare,

idéntico a un hueco negro sideral.

De ese cosmos sacaba Lina sus arepas

y las hundía en un brasero, que ardía con la intensidad de un sol;

luego de todo,

las colocaba en una cesta, después de limpiar las cicatrices de carbón

con un rayador que hacía de sonaja al ritmo de nuestros cánticos de negros.

Cuando entraban en mi casa

su olor tierno se expandía como una neblina

hipnotizándolo todo y en la mesa veíamos su corazón blanco

comulgando con la leche y el amor.

Todavía la veo en las mañanas;

al pasar junto a ella vuelve la infancia con su vapor de aromas,

y la sonaja subyugante, de su canción.

22 de noviembre de 2005.

Liturgia

En esta orilla

el amor,

se pone de pie

si se tropieza.

Los mangos

son inmensos rubíes

y la sangre de los peces arrancados a la mar

ponen un vaho de sacrificio

al incienso y las hierbas

para esta religión de vivir bajo el designio

de las olas.

Somos nuestros recuerdos

salidos las bocas de horror

de las naves negreras;

creyeron haberles dado muerte

con horca y arcabuz.

Llevamos nombres distintos a los nuestros

y el pecho se inquieta,

como si tras sus arbustos

se ocultara una fiera.

Hay una lengua que duerme,

vocablos que, a través de los ojos,

habla por la boca de nuestros secretos.

19 de julio de 2006.

Muchacha enamorada

La conozco

desde niña,

montada en los patines,

los brazos como remos puestos para avanzar;

y su vestido claro estampado de flores.

La he visto

pasar adolescente con sus nuevas caderas ceñidas por la ropa;

con paso decidido

y la mirada alzada, siempre con el mohín

que les da la ventaja de saberse mujer.

Como la caldereta que alborota las ramas

la ráfaga de viento que sube desde el mar

y arrebola las hojas llevándolas al cielo como en un volantín,

así pasaba ella, con el perfume limpio de las gentes de aquí.

La he visto ir

ausente

por el atardecer

con la dicha completa

con que saben llenarse

las mujeres aquí.

21 de noviembre de 2007.

Viejos

No todo por acá es vorágine,

aunque están los que han visto

la tierra tras de si

arrasada

y la mar

lisiada de buques.

Ha temblado

y hubo brisas

que se llevaron consigo las tarjetas

con los colores de la ofuscación.

Nos han tenido en sus brazos

inermes,

desvalidos,

larvarios,

prendados

de los pezones

de todas nuestras madres

cuando era ese todo nuestro universo sensorial.

Ahora los vemos viejos

sentados a las puertas de las casas,

serenos como barcos en reposo.

8 de noviembre de 2008.

Calma es la noche

Calma es la noche

las ramas con su aliento

detenido

Las nubes

bocanadas congeladas

El silencio

aplomado

por mil kilos

Calma

el viento pasmado

que no pasa

Ni el ladrido

encerrado

en la oquedad

absoluta

de los perros.

Vírgenes

¡Mírenlas!

Son cervatillos

de alargadas piernas

con sus cabellos recogidos

en tensos moños.

Ríen como cascada.

Corren desordenadas

como las golondrinas.

Son frutas efímeras

por estos lados;

es que es demasiado el sol

y el pescado…

¡Mirémoslas de nuevo!

Que mañana sea, quizás,

demasiado tarde.

Tristes

En las ramas,

bajo las hojas

ocultos

los pájaros encapotados

esperan pasar la lluvia.

Pacientes y oscuros

sacuden las alas

para escurrir el agua.

El día ha querido

parecer noche.

Sobre el mar de plomo

naves negras como sombras

apenas si se ven

tras la niebla.

La lluvia insiste

en meterse por los techos,

terca golpea los tejados.

Las mujeres en silencio

secan los pisos.

Vencidos los niños

se refugian en las camas,

pacientes y oscuros

esperan por un sol

que ya no vendrá.

Combustión

El disco solar

es el gran espectáculo

sideral que nos concierne.

Las voces corren como un río

y se cuelan palabras

como muestras del torrente

gutural que lo conforma.

¡Es el día, el sorprendente fenómeno del día!

Las mujeres

alzan los fardos de oro

de las frutas maduras,

y sus senos llenan sus camisas,

como ofrenda a la magnífica lactancia universal.

Nos hemos subido

al carrusel de la mañana

y el mundo gira raudo

a nuestro rededor,

virados por la prisa,

volteados por el vuelo;

arrebol

tornado de prismas,

cántaros del arco iris

enredados en nudos,

vértigos cromáticos,

reflejos destellantes del color.

¡Luz que nos arropa y nos sumerge

en este trópico de entornados ojos!

Bestia desatada del cosmos

que bufa sus alientos ardientes,

dobla de brisas nuestros árboles

y empuja desde abajo

a las pesadas olas

que revientan

en el cataclismo cansón

de nuestras costas.

El día, en la mañana,

de cara al disco solar que lo consume

y de espaldas en la tarde

de hornos,

bajo el incendio

que nos quema.

Lustrosos lomos de pescados

en el metal inclemente de este diurno todo

que nos arrolla en la corriente de rayos

que nos lleva.

Iridiscencia del sonido

en nuestros pies descalzos

sobre la arena hirviente.

Tormento lumínico que

nos consume.

¡Hartos de sol

sucumbimos al sol!

Y cuando ya creemos morir,

boqueando bajo el resplandor,

la tarde da una tregua,

declina hacia el poniente.

Y es de espesa esa luz, de tan espesa

materia que atormenta,

y de tan fuerte

voluntad el sol,

que desde el otro lado

de estos cielos

se escapa a la noche

por el orificio

que llamamos luna.

Su plata derretida

sobre el lomo de las palmeras,

enchispa

al mar alborotando

las constelaciones del plancton

que lo habita.

El manto de la noche

mueve brillos

en las escamas

que saca el pescador

y siembra de umbríos

el hálito nocturno

que no cesa.

Viene el sueño

nos

hemos sumergido

en las cifras de cera

de vivos

y de muertos,

buzos

del silencio

aprisionados

por el calor

inclemente

de estas noches

costeras

licuados.

por las aspas

de los ventiladores,

para no morir

como peces

varados

en la orilla

de anoche.

Viene otra vez

el abrazador fenómeno del día,

comienzan las luces,

los prismas

volcados en

los vértigos

explosivos

de los mismos

espejos

del reflejo de ayer.

¡Es otra vez el día

el sorprendente fenómeno de todos nuestros días!

Caracas, 19 de junio de 2008.

Gallos

Mi Comandante Carache

Ya el gallo anunció hora

De comenzar

La pelea

Oiga la ametralladora

Canto guerrillero.

Si no les conociésemos,

si no les hubiésemos visto el aspecto

de lustre irisado

que cubre sus cuerpos,

su mirada atónita de pájaro encendido,

no comprenderíamos el canto

que les irrumpe al pecho.

Jamás deja de asombrarles

que reviente el día;

nunca indiferentes,

las dianas de sus ansias

estallan en sus cuellos

y en ese gesto

de reto

y de milagro con que apuntan al cenit

desafiándolo todo.

Cantan porque después de tanto, por fin amanece.

Catia La Mar

22 de noviembre de 2005.

POEMAS SUELTOS

SUR

Nosotros somos los amantes

que nos arropamos con la

fronda verde

de nuestras selvas olorosas.

Y aquí estamos

sembrados en nuestras esperanzas

como árboles honrosos

mecidos

por la brisa

de nuestros corazones.

¿Quién osa contra un pueblo así?

Delicadamente apartamos

el frío

con nuestras cobijas finas,

ponchos y ruanas

y rebozos.

Vestimos los pies

con alpargatas,

guachas

y guaraches,

siempre hay un nombre

para nuestros pies semidesnudos.

Amamos en la trocha del tapir

a nuestras mujeres

y eso es bastante decir.

Adoramos las estrellas

que se pusieron

en los ojos de Dante.

¡Siglos y siglos

las han hecho nuestras

nuestros ojos!

Recordamos el crujido de la fiera silvestre,

el aroma de la flor,

el rojo pasionario

del capacho bermejo.

Ponemos la canción allí

donde nadie

ya la esperaba.

Y se asustan

de nosotros.

Se asustan

cuando más nos reímos.

Se asustan

cuando lo más lejano

a nosotros

es el miedo.

Los ríos se alzan

y hacemos nuestros ídolos

para apagar las lluvias.

Y ponemos un tambor

en el centro de la mano

para sembrar más cerca

el trueno

de nuestros fervores.

Y nos reímos

porque ese es el símbolo

de nuestras valentías.

Aquí estamos.

Y esperamos,

mordiendo el lirio

que desespera

y la otra flor,

que aplaca

las angustias.

Aquí

con nuestros sombreros

para el sol,

que no parpadea

por nada de este mundo.

Ningún pueblo

ha aprendido

a esperar

como nosotros.

Nosotros sabemos

La canción de la Macumba,

la de Sensemayá,

la de la luna negra,

la de la palma blanca,

la del rayo quebrado

en la boca del río,

la canción de la víbora

y la de la tropa

que pone el destino

en el filo

de un machete

La del héroe con su estrellita

relumbrándole

en el centro de su frente

clárida.

Aquí mundo nos tienes.

En la parte más controvertida

de tu viejo espinazo.

Horadando las zonzadas

y poniéndole

un cronopio azul

en la solapa

al traje gris

de los negocios.

Parados en la hoja del sol.

En el verdor preciso

de nuestro mundo.

Entregando

en la fruta

el dulzor

y en la palabra

la gentileza.

La pianista

¿Han tenido una pianista?

Con la sobriedad de ese instrumento

más inmueble que medio.

Sin estuche por las calles

con su voz asustadiza

pocamente parecida

a las mujeres de Malta

sin su idioma entre italiano

y otra cosa.

No repetiré de nuevo

lo han oído ya seis veces

sabrán que mi pregunta será

si la habrán visto

permitiéndose la ligeresa

de tocar a Gershin

olvidando a Corelli

con su espada de arcangelo

cuidando las puertas de la ruina.

Nos meteremos en la cama

será invierno

con pies muy fríos.

Buscaré sus dedos

como quien busca la barbilla

de la violinista

el centro del pecho de la chelista

el hombro de la arpista

la boca de la flautista

las piernas de la violista a gamba

el brazo de la guitarrista,

como quien busca el punto de apoyo

de la música,

el sustento físico del instrumento.

Como quien busca todo

para no dormir.

Krusevac , Yugoslavia, 9-02-1986.

La casa

Quiero una casa de arena

con ventanas de viento

con ventanas de viento

y sin espinas.

Quiero una casa de sol

con ventanas de hojas

de hojas

y sin espinas.

La casa ha de ser de agua

de agua ha de ser

con ventanas de espuma.

Con ventanas de espumas

Y tusilagos

que traiga la mar

en el crepúsculo.

La casa tendrá la luna

por lámpara

y el cielo por cortina;

en las noches será el mejor lugar

para vivir

de día

el mejor lugar

para soñar .

Mi casa con piso de sal

y paredes de luz

con puertas de hiedra

y cocina de niebla,

jardín de violines

y torre de piedra.

Vendrán, los buenos

a mi casa

cantaran sus canciones

y los vecinos

sólo callarán.

Mi Casa,

de todos,

es mejor decir

será

aljibe

y oasis

palma con sus dátiles

susurro de arroyo,

alfombra de musgo,

berro y perejil.

La casa de nosotros,

casa de los vientos,

del sol y del mar

tendrá dos vaquitas

con pintas de nubes

sobre sus dos lomos

y un loro

como un relámpago verde

libre de su jaula.

Y nos reiremos

como rió ahora

mi casta es de libres

volveré a reír.

¡Como el caracol

llevo a cuestas mi casa!

De sol, es de estrellas

de hierbas de mar

de todos bondad

y de libertad.

Campana

para nuestra esperanza.

Una campana

de voz oscura

tañen al oriente,

profunda

quieta voz.

Y en otra torre

un badajo

bate

en la concavidad

de otra campana

clara

el trino del metal.

Y como bandada

todas las campanas

de una vez

hacen que el bronce

la plata

el hierro

tengan el aliento

que la fragua

les dio

Es el agua

lo que suena

en ellas

es la luz

1998

y en Caracas

Oficio nocturno

Ángela baila samba

en una trouppe.

Le llamamos la patética

porque nunca sonríe.

Tiene el perfil recto

y con su tocado

parece

un águila huida de Machu Pichu.

Ángela no dejo al Inca

en ningún lado,

lo lleva consigo.

En el oropel de este bulín

Ángela no es la mejor,

pero hay algo en sus clavículas ,

o quizás la tristeza

o la soledad de ella

ya dañada, ya incapaz

de no engañar.

Armas romas

Las ideas

en la soledad

son armas romas.

Armas inocuas

que se traga el domingo.

Capiteles

que no deslumbran

a ningún arquitecto.

Encasquilladas pistolas

que no quieren disparar.

Romos cuchillos

que no querrán cortar.

Hermosísimos labios de mujer

que por nada del mundo

te querrán besar.

Krusevac, Yugoslavia, 1986.

Orinoco del cielo

El cielo se desgaja

en miríadas

de líquidas semillas

En la noche

la lluvia teje

una selva

para nuestros oídos

Crecen árboles

desde los profundos troncos

de los desaguaderos

La oscuridad da al agua

textura de corteza

raíz que gotea

terciopelo

de musgo humedecido

sobre el sueño.

Ciudad Bolívar

Y no recuerdo cuándo

La montaña y el mar

La montaña

es lo profundo

que asciende

El mar

es la cima

profunda

que se viste

de azul

La nube

es la espuma

sobre la ola

vegetal,

los verdes

en el tembladal

de las hojas

La espuma

es la nube

sobre la fronda

centellante

del coral.

La montaña

en la noche

es el torso

dormido

del hombre

El mar –

la mujer

que respira

en su borde

La bruma

que le cubre

- la muselina

que se deshace

en sus sueños.

Las estrellas

que viste la mar

son reflejos

que lanzan

las hojas

en el vibrátil

frenesí

de la luz.

Las ramas

olas

que los árboles

lanzan

al viento

La brisa

es el aliento

que le requiere

el mar

La montaña se lo

regresa por las

noches

Ella

humedece

sus brazos

en el mar,

él

bebe

sus ríos

El pájaro

es el velero

de la montaña

El barco

es la nuez

de la mar

La montaña

recoge

el doblez

de su falda

El mar

moja

sus tobillos

suplicante

Ambos

son

el amor.

Agosto 16 de 1998

y en Catia La Mar

Inventario

Tengo

el hijo,

el árbol,

el libro.

En fin

lo tengo todo...

No he perdido

ninguno

de mis sueños.

Noviembre 16 de 1998.

Echados a perder

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